Ya es diciembre veinticinco
el nueve cuatro se va
y el año nuevo ya está
preparado para el brinco.
Hace tan sólo unos días
he recibido tu carta
corta lacónica y harta
de una gran melancolía.
La encontré bajo la puerta
tu mamá la habrá dejado
después de haberse cansado
de ver mi casa desierta.
Mi padre es sordo y no escucha
y mi madre no estaría
o tal vez se encontraría
refrescándose en la ducha.
Lo llamaré a tu papá
a ver si puede decirme
hasta dónde debo irme
para ver a tu mamá.
Si es que puedo voy con Mario
porque a él si lo conoce
a mí en cambio ni de roce
me tiene en su memorario…
Así que te quedas uno
quiero decir solo y lejos
compañero de tu espejo
como todos y ninguno.
Yo sé que sos de los fuertes
por eso es que no me alarmo
sos como yo que desarmo
de rato en rato a la muerte.
Sos de una raza bendita
llamada de Solitarios
viejos lobos legendarios
con veneno y dinamita.
Pero te mando un abrazo
porque sepas que de aquí
hay quien le pide por ti
a los dioses del ocaso.
(Interrumpo esta misiva
para enviarla a tu tierra
el correo se me cierra
y ésta es larga y pensativa.
Para contarte de todos
necesito varias hojas
para que en ellas recoja
nuestra luz y nuestro lodo.
Prometo que en estos días
terminaré la presente
-testimonio irreverente
de miserias y alegrías-.
Sabrás de todos nosotros
de los eternos amigos
de los caminos que sigo
de las yeguas y los potros.
Te contaré de mi libro
-que al fin no se publicó-
de mis ellas de mi yo
de cómo desequilibro.
Esto va como adelanto
de nuestra quinta conversa
de nuestra charla perversa
de otro más de nuestros cantos.
Escríbeme en cuanto puedas
mándame datos de ti
nada sabemos aquí
de hasta cuando te nos quedas.
Suponemos que un buen rato
-es decir- que no regresas
suponemos Locomeza
que en este punto no hay trato.
Que te quedas con los «ches»
que allá formarás tu hogar
que tendremos que volar
hasta Argentina esta vez.
No importa la lejanía
no malogra la amistad
aquí te extraña en verdad
tu amigo
PEPE MEJIA)