DOS VOCES PARA UN MISMO CANTO / María Angélica & Paulina Bustos / n°7

PRESENTACION

UNIDAS por la hermandad de la sangre y la poesía nacieron -en Talcahuano- Paulina y Ma. Angélica Bustos Rojas. Viven en Villa Alemana, «Capital de la Poesía», desde 1975. Aquí ingresaron al Centro de Arte y Cultura ALTERNATIVA, para seguir cultivando su sembradío de sueños e ilusiones líricas.
SU poesía, de acuerdo a los avatares de la vida, asume la realidad de situaciones diferentes, como si dos gotas de agua se deslizaran siguiendo sus propios impulsos en la superficie misteriosa de una hoja, sin poder evitar su pertenencia a una misma fuente.

DE temperamentos afines el discurso lírico las aproxima, mas su singular naturaleza establece los matices necesarios para no hacerse sombra una de la otra. Sé que el atento lector anotará la diferencia e irá rescatando, para su gozo y deleite, lo mejor de cada cual.

AMBAS han conquistado galardones en la región y el extranjero, figurando en antologías de su institución, de ALIRE y de países aledaños, habiendo participado -además- en Encuentros de Escritores en Argentina y la región.

LA condición frágil de Ma. Angélica la ha recluido por mucho tiempo en su hogar, posibilitando aumentar su acervo cultural en continuas lecturas, amén de otras actividades afines como: la dirección de talleres literarios, presentaciones de libros, redacción de prólogos, participación en jurados. Paulina, en cambio ha desarrollado una interesante y meritoria labor en cargos directivos de instituciones locales y regionales.

CULTIVAN la poesía, el cuento y el ensayo, dando prestigio a la ciudad de su actual residencia, aunque la mayor parte de su producción permanece inédita, siendo publicada en trípticos, cuadernillos y antologías, que resaltan su capacidad creadora más allá del ámbito nacional.

NOS asiste la certeza que esta publicación, bajo el sello de Poetas en Busca de Editor, ediciones, en el número 07 de su Colección Luciérnaga, será un aliciente para ellas, abriéndoles las puertas de impredecibles horizontes a su poesía de fina y recóndita ternura.

Villa Alemana, «Capital de la Poesía», Chile, octubre de 1997.

PEDRO MARDONES BARRIENTOS


MA. ANGELICA BUSTOS ROJAS
UNA RAZON DE SER

Antes de que sea
demasiado tarde
quiero dar a mis días una razón de ser;
regalarles mi intento, el último tal vez,
para adherirme al mundo,
para sentir que aún vivo,
antes de que el espíritu y el corazón
cansados
elijan su retiro…

PEQUEÑA ACUARELA

Yo no soy nadie. Sólo yo misma.

Nada poseo, salvo mis sueños.
Soy … de mi isla. Soy corza tímida.
Detesto el caos, y amo el silencio.
En la luz aúrea del mediodía
con alas libres surco los cielos.
Desde mis límites miro la tierra,
leo mis libros, y escribo versos.

Y esta es la síntesis, fiel acuarela
de mi paisaje simple y pequeño.

PERFIL DEL DIA

Mojado de pesares
ha despertado el día.
Corceles de neblina
se han cernido en el aire.
Contra el cristal,
en tenue desleír
mi lágrima desciende.
Por este firmamento oscurecido
viaja mi plenilunio de tristezas.

Ausencia
de ángeles
y celestiales coros
en el perfil del día.
Sólo existe llover
de invisibles campanas
que consumen todos
los demás sonidos,
y marchitan mis dulces jazmineros
del doliente huerto.

DE MI HUERTO

… Y con la mano sobre La Biblia
doy juramento:
estas semillas que voy sembrando
no son robadas a huerto ajeno;
estas alondras que están cantando
son de mi propio jardín de sueños;
el agua pura que va brotando
tiene su origen aquí en mi huerto.

¡Cómo podrías escalar murallas,
si apenas rozo con miedo el suelo!
del tiempo y su galope,
hundiendo las raíces
en esta tu terrestre
residencia.
Porque así estaba escrito
en láminas de fuego
desde antes que nacieras
en la lluvia
del Sur privilegiado,
en el cósmico reino
y su linaje
de claro y alto vaso.

TIEMPO AMARGO

Resplandecen las rosas en el mar
del crepúsculo.
En jardines altísimos abrieron,
en triunfal floración, sus ojos fúlgidos.
Son aquellas las lámparas benéficas
que iluminan sus valles oscilantes,
mis altares de sombras…
en los fríos ocasos de tréboles en flor.

Lágrimas estelares llueven ya sobre mí,
y aquel llanto
es suave, silencioso, como el mío.

Oh rosas
de los altos alcázares,
descended a mi alma,
y dejadme inundada de vuestra luz piadosa;
y seáis
en este tiempo amargo, de congoja,
la única dulzura que me roce.
El cáliz de consuelo que yo beba.

EN FEBRERO

A la memoria de mi padre

…Y voló el aberrojo de la muerte.
En sombrío despliegue subió
por la columna de la madrugada.
Llegó su pentagrama
hasta el rubí que aún ardía, lento,
y apagó el cantar…
Oh cincelada gema.
En la noble materia que emitía
los últimos fulgores,
allí clavóse el mortal aguijón
con su pródigo extracto,
como una invitación para viajar
al inventario
de lo definitivo…
Al venir la mañana,
un sol de fuego
el aire acribillaba con sus dardos,
y glorioso estallido de amapolas
cimbrábase en la felpa
mullida de Febrero.
De mi mano
rodó la hermosa tea
que llevaba encendida…
Y con mi frío pulso coronado
de luto
tacté la música
allí en la multitud que suspiraba
tan sólo por un témpano de hielo.

A LOS OJOS AJENOS

Y apenas conocerme… ¡Las preguntas eternas!

¿Tendrá alguna importancia lo que de mí responda,
si cada quien posee su cristal y su vara
para ver y medir todas las cosas…?

Creo ser como muchas hormigas del planeta
que en sus alforjas llevan ensueños, poesía,
un tanto de ignorancia y de sabiduría,
algo de vanidad y de modestia,
y un puñado de pétalos y espinas…

A los ojos ajenos, qué sé yo si soy alguien
o la nada que aterra;
si pequeña burbuja que hasta el aire deshace
o una torre muy alta que de lejos destella;
si guijarro de río o un valioso diamante
de una rara belleza.

A los ojos ajenos ¡sabrá Dios quién yo sea!

VISION DE NERUDA

Estás ahí
con tu serenidad
de alerce
centenario, de centauro
cabalgando
por el rayo de luz.
Estás ahí
de un intenso fulgor
siempre nimbado.
Así te veo, hermano
de los cóndores.
Oceánico,
telúrico.
No sé tu realidad concreta;
sólo conozco
tu milagrosa esencia
que perdura en mi abstracta
nitidez del esquema.
Así vuelas mitad
hombre,
mitad mítico héroe.
Tan aéreo,
tan pluma transparente,
prodigiosa,
besando las corolas
siderales,
tan pegado a la piedra
como un lagarto oscuro.
En la leyenda
que a golpes de cincel
se va forjando,
ciclópeo, permaneces
como el árbol gigante
que palpita
en esa infinitud del verde corazón
de la madera;
destilando resinas
hasta el cenit.

ODA A «AZUL» Y A RUBEN DARIO

I
Bajo la luz del día, ya brumoso en el tiempo,
del destino los vientos venturosos
hasta el sur del Pacífico acercaron
tu navío de ensueño…
Por bagaje traías tu aúrea primavera
y, en la frente de genio,
el beso luminoso de una estrella.

Fue aquí en extraño suelo de nieves coronado
que a tu luna romántica,
sabiamente agregaste el perfume de los astros
y el tañido celeste de los lirios de Francia…
Con un peplo de aurora ciñéronte las musas.
Sonrieron los dioses al escuchar tu lira.
Y las almas mortales, sedientas de belleza,
libaron en la copa maravillosa y única
aquel licor divino de la azul poesía.

Fue aquí en Valparaíso -en la oceánica tiara
palpitante de azules desde el alba al crepúsculo;
aquí donde tus ojos
de aeda solitario y sensitivo
bebieron del océano los azules profundos-
que aquella flor de ensueño vio la prístina luz.
¿Fue quizás el sentirte circundado de azur
lo que inspiró a tu numen?
¡Ah! en cualquier latitud en que te hallaras
hubieras esculpido aquel joyel artístico.
Azul era la estrella que seguías;
azul era el jardín en que libaban
tus abejas doradas.
Aún antes de nacer «Azul» estaba en ti;
del ser mismo irradiabas ese color olímpico.
(El color del emblema de aquel arte poético).

¡Oh los límpidos mares de tu espíritu!

De las azulidades tenía que surgir
el zafiro más bello y fulgurante
que deslumbrara el alma y los sentidos
de todos los que amaran la Belleza Absoluta.

II

Oh el tesoro de gracia y riqueza inigualables.
De divina hermosura desplegada
en real abanico.
Oh aquel reino encantado
de los cuentos azules y poéticos,
habitado por hadas, por sátiros y ninfas,
por hermosas cautivas de algún gnomo.
Donde la reina Mab con su azulíneo velo
hacía ver la vida del matiz de la aurora;
donde el pájaro azul tenía el nido
en el cerebro de un triste poeta;
y las pálidas niñas recobraban sus rosas
si al palacio del sol eran llevadas.
¡Cómo el oro cantaba su canción deslumbrante
en los labios de fuego de un mendigo!
¡Cómo tú, en pinceladas que sacabas del iris,
los álbumes chilenos pintabas magistrales!
Y después ¡oh el prodigio! de aquel verso lumíneo;
la célica armonía del sin par Año Lírico
en el cual se escuchaba el arrullo suavísimo
de la dulce paloma.
Y, en el marco soberbio de las cuatro estaciones,
el rugido amoroso de la tigre en el oro;
en donde tú, poeta, en la lluvia de rosas,
bajo el nocturno manto del Invernal que ardía,
o ante el velo rasgado de Autumnal misterioso
te morías de ensueños, ansiedades y amores.

Todo esto y mucho más en el cofre precioso
en el cual no faltaba la perla de una lágrima…
Ya entonces en «Azul» se sentían, levísimas,
las alas de los céfiros de tu atmósfera helénica:
el eólico soplo venido del Olimpo.
Y a tus cisnes amados se veía
las linfas de un estanque surcando pensativos…
……………………………
En alas recamadas de playa de brillantes
viajó tu poesía, cruzando el ancho mar.
Rubén Darío, genio, renovador artífice,
«Azul» te abrió las puertas de la gloria inmortal.
«Azul» surcó los cielos cual saeta de luz.
Y la hispánica lengua sacudió su letargo,
vistió túnica de oro, y caminó gozosa
por la fúlgida orilla de tu piélago azul.

A VICENTE – ALTAZOR

Regresas
no del fondo del mar…
Como un sol vivo,
entre los aerolitos y cometas
que alegres te saludan sacándose el sombrero,
sin paracaídas
vienes desde una estrella perforando la luz
en un «temblor de cielo».

Regresas
con invisibles alas.

Y las generaciones nuevas te descubren
-alucinados pájaros con sedientas gargantas-
para beber el agua de tu «Arte Poética»,
y coger esa llave que abre «mil puertas.
Con lúcidos vocablos, gemas fosforescentes
que en el alma se quedan suspendidas
con una vibración de eternidad
pura como las lágrimas de un niño
despertado en la noche.
Para darles entrada a tu universo:
el castillo esencial erigido en la isla
donde creas tus juegos de abalorios
y ondea el estandarte que define tu canto.

Oh príncipe del verso donde habita la magia,
del todo no marchaste.
No dormiste sellado en «la gruta del silencio».
La constelada cabellera de tu musa
jamás fue mancillada
por la «coronación de la muerte».
Se reflejó su lumbre
en el «espejo de agua» de todos los océanos.
Tu espíritu quedó flotando sobre el llanto
de las monumentales olas que clamaban:
aún es muy temprano;
sobre el latir de las azules rosas
que hiciste florecer;
en la raíz de aquellos que supieron
y saben adentrarse en la llama de tu lámpara:
los pasajeros de tu nave estelar.

Oh mago de la luz que ríe y llora,
único en la altitud enajenada.
«Altazor» del ensueño. Elegido del sol,
no se queman tus alas como aquellas de Icaro.
Porque estás en la sangre de los árboles
«al oído del tiempo».
A la vanguardia de todas las legiones,
en el aire infinito donde se nutre el verbo.

Aun cuando en el planeta enceguecido
no palpaste elevados galardones
ciñe tus sienes
el laurel de los dioses inmortales.

Tendrás sitial eterno en la más alta cúspide
fulgiendo con luz propia
de ángel o de pájaro caído de un lucero.
Nunca serás «el ciudadano del olvido».
Y ya siente la tierra tu pie marcando firme
«el paso del retorno»
para tomar el cetro del águila imperial,
el que siempre fue tuyo por decreto de un astro.


PAULINA BUSTOS ROJAS
LLAMADA

Amante pájaro de sueños,
en el preludio del amanecer
escucha la sinfonía
del aire que te llama.
Bebe su néctar de rosas,
despliega con frenesí tus alas
y en sed de libertades
quiebra el espacio
en busca del enigma
de la vida.

AQUELLA NOCHE

Cadena de mil rosas
nos unirá por siempre.
Eternos prisioneros
desde aquella noche
en que sangró la luna,
y vertió
-gota a
gota-
sobre nuestro pentagrama
el lenguaje de fuego
de su música.

UNA ROSA

En el vértigo del amanecer,
imágenes amadas
transitan galerías interiores:
aves que volaron de mis ramas
por los espacios cenagosos del silencio.
Y en su fuga dejaron solamente
una rosa…
una rosa llorando entre mis manos.

VIAJERA

Costas bañadas de cenizas
sólo existen en la arena
de mis sueños.
El mar del tiempo
atrapó mis días,
como peces
en la red
de la muerte.
Soy aquella viajera sin equipaje
-navegante de silencios-
esfumada en el latido del poema,
desde el frágil instante
en que murieron las gaviotas
al estrellarse contra el cristal,
carcelero de ilusiones.

QUIMERAS

Mis ojos,
órbitas danzantes,
anudan quimeras
bajo el azul espejo de la noche.
Las palomas que habitan en mi alma
no alzarán su vuelo;
se quedarán eternamente
en el jardín de rosas blancas
que un día dibujé
para perfumar la razón de mi existencia.

UN NIDO

Hay un nido de miel,
sol y terciopelo,
bordado
con hilos de ilusión,
donde rosas blancas
su fragancia destilan
esperando aquel trino
del milagro…

Hay un nido vacío,
en donde el silencio
su aposento eligió.
Lo acompaña tan sólo
una estrella apagada,
cubierta
por el velo resignado
del rocío…

ROSA DE ABRIL

Te conocí.
El aire se pintó de versos
perfumando
la fiesta de los pájaros.
Mi piel se vistió de sol,
y la rosa de abril
se hizo fuego en los labios.
Te alejaste.
Se esfumaron los versos
apagando
el concierto de trinos.
Ceñí traje de bruma,
y la rosa de abril
se adormeció.
Oculta yace ahora
entre la ardiente sombra
de un cofre.
Soñando que algún día
volverá a ser la música
de otro bello poema.

RECUERDOS

El murmullo de una rosa carmesí
acaricia recuerdos
y me invita a pintarlos.
Al llamado mi mano se subyuga
derramando
dulcemente
sus matices:
El vuelo de un poema apasionado
que trinó una vez en la alborada.
La danza embrujadora del mar,
los árboles besados por el viento,
el suspirar de las flores
que arrullaron por las tardes mis sentidos.
Y la lluvia de estrellas
caída como bálsamo nocturno
iluminando las grietas de mi alma.

Así,
las huellas del enjambre iridiscente
han quedado estampadas
en la diáfana acuarela de mi vida.

RUEGO

Dulce Pastor
que guía Tu rebaño
por las sinuosidades de este valle,
en la noche medrosa de mi alma
tócame con la Luz de Tu cayado.
Sólo impregnada por el río
de Tu gracia,
podré enfrentar la faz amenazante
del mañana.
Y vencer a la oveja
huida del redil;
aquélla revestida
con la piel invisible de la fiera,
la del fuego maligno en las entrañas,
la que arroja su furia inextinguible
entre las sombras…
de su propio averno.

TU VERSO

A don Oscar Guiñazú Alvarez

Labrador del Rosal
de los Sueños,
amabas el agua pura
de la POESIA
y el pan substancial
de la AMISTAD.
Tan lejos de la lid,
tan cerca del olivo,
en tu bondad de océano
siempre quisiste aunar;
que enlazados volaran
halcones y palomas.

Hoy navega tu pluma
órbitas siderales…
Pero tu verso
-manantial de gemas-
proseguirá fluyendo
por todos los cauces
de Concordia
que abriste a tu paso.

AVE DE LA ILUSION

La realidad con su mano implacable
me alejó de tu imperio de luz.
En mi vergel sombrío
no danzó más la llama de su esencia.
Hundida en una densa geografía,
brotó el acíbar quebrando mi baluarte.
Cuánto tiempo navegué sobre la nada.
Tiernas gotas de lluvia
y un tímido sol de invierno
resucitaron la semilla del milagro.
Y ahora que me habitas nuevamente
sólo ansío sumergirme
en la dulzura de tu canto;
sentir que sobrevuelas mis linfas,
ser la rosa que se enciende
con el beso de tu plumaje de luna,
y contemplar tus ojos
-luceros del alba-
en el espejo sereno de los días.
No volveré a perderte.
Anidarás por siempre
en la rama más alta de mi árbol.
Serás la banderola
que pondrá punto final
a la desesperanza,
hasta que el corazón
inicie su peregrinaje
hacia el reino del silencio.

ESTA NOCHE

Las estrellas
-lejanas centinelas-
de un mundo adormecido,
tejen caricias de seda
en el espejo de la memoria.
Extasiada en la caligrafía
de esta noche,
me reclino en el silencio.
Cómplice perfecto
para el viaje
que, por dulces veredas,
inicia tu recuerdo.
Envuelta en los velos
del tiempo,
lentamente
llega a mí tu imagen.
Tenue,
como palpitar de alas.
Sin embargo… te siento.
Cómo no percibirte
si yo te pertenezco,
si he vestido de ausencia
desde que te marchaste.
Esta noche
-tan tuya y tan mía-
ya se va, padre amado.
Un capullo de luna
apenas me contempla.

RITUAL DE OTOÑO

Con mudas palabras
hoy acerco mi alma
al ancestral retorno de tu río.
Otoño de mitigantes aguas,
¿qué sucede?
En sucesivos viajes
me has dejado cautiva
en la celda brumosa del dolor.
Aquí donde mi sangre fluye
desatada
y el corazón imita su carrera.
Como si caminasen por el vacío,
lentos, mis pies avanzan
y cantan en mi mente
fantasmales coros.

Otoño de cobijantes alas
¿qué sucede?
¡Si yo te amo tanto!
Si compartimos siempre
lo bello del ritual:
envuelta en los ocres
de tu dulce manto
recorría serena tus alfombras
de musicales hojas.

Anhelo que en tu próxima venida,
libre ya del dolor,
me dejarás volar como los pájaros
y mi desnuda piel sentirá
nuevamente
la caricia de tu bálsamo de oro.

TU NOMBRE

Milagro de arreboles
trae la rosa de la tarde
en las aguas apacibles
de este canto.
Canto que aflora con la sonrisa de un ángel
agitando sus alas diminutas
para que el viento me entregue
el aroma del cielo.
Impregnada mi alma
del celestial perfume,
vuelven mis labios a escanciar
las sílabas sagradas de TU NOMBRE.

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