PEBdE, Número VEINTICINCO, mayo 1995

La cita, ROBERTO JUARROZ «Poesía Vertical»

Una escritura que soporte la intemperie,
que se pueda leer bajo el sol o la lluvia,
bajo el grito o la noche,
bajo el tiempo desnudo.

Una escritura que soporte lo infinito,
las grietas que se reparten como el polen,
la lectura sin piedad de los dioses,
la lectura iletrada del desierto.

Una escritura que resista
la intemperie total.
Una escritura que se pueda leer
hasta en la muerte.

ROBERTO JUARROZ (1925-1995)
«Poesía Vertical»


ATENCION
Paso a los jóvenes… Es necesario entender que el futuro es ahora, que si hoy no otorgamos nuestra confianza a las nuevas generaciones, nada podemos esperar de ellas mañana.

Demos la palabra a quienes conformarán las legiones de poetas que inicien el tercer milenio. Los muchachos que presentamos son escolares, son sólo una pequeñísima muestra de los tantos que están floreando, que están creciendo, que miran con desconcierto lo que se viene y no saben si hacen bien enrolándose en esta guarnición de locos…

Ellos creen que sabemos más y esperan de nosotros el consejo… vano intento. No hay pócimas encantadas ni palabras secretas para la poesía… hay sólo ganas. Aquí sólo se exige el entusiasmo, la voluntad, la audacia, la inmensa tentación por lo imposible.

Nada importa que todo confabule ni que todos acaten el pacto del silencio, tan sólo bastan unas pocas chispas para iniciar, una vez más, el fuego.


CESARE DEL MASTRO PUCCIO (Lima, 1979)

Estudia el cuarto año de secundaria en el Colegio «Nuestra Señora del Carmen», Carmelitas. Sus poetas preferidos son el peruano César Vallejo y el español Antonio Machado. Espera ejercer la docencia en el campo de la Literatura. Toda su obra se encuentra inédita.

NOSTALGIA VERANIEGA

Hoy,
junto al calor
embriagador del fuego,
aspirando el penetrante
humo volador,
he sentido
una fuerza necia
que me lleva
al lápiz y al papel.

Aquí,
observando con asombro
el incesante baile
de las llamas
y el papel que se consume
como mi alma se consume
de recuerdos,
viendo cómo luchan
las rojizas llamas
dando sus últimos
chillidos.

Hoy,
ante la amarga soledad
de la oscura noche,
he alzado los ojos
buscando en fallido intento
el alumbrar de la luna
y en vano he
anhelado el abrazo

puro y tierno
del brazo
que ama y aprieta.

Aquí,
deleitándome con
el intermitente chocar
de la espuma oceánica
que ruge y pelea,
chocándose entre ellas,
formando gran batalla.

Hoy,
cómo duele
la ausencia
de la abuela amada.

Mañana,
nuevamente irradiará
luz el astro rey
y se posará en su
trono azul despojando
de sus bienes a la
sufrida luna,
allá, allá
bien arriba
en el firmamento
y llorará el sol,
caerán lágrimas de luz
en el mar.

Mañana, al alba,
las aves marinas
elevarán su canto
manifestando su alegría
por la presa cogida
y chocarán las gaviotas
sus diminutas cabecillas
sobre la húmeda arena
que acarició el mar,
ese mar
que suscita en mí
una nostalgia bendita,
aguas que son testigos
del cariño y de la ternura
de mi alegre
niñez inmadura.

En fin,
cuántos versos
provoca en mí esta playa,
playa que guarda
entre sus frías aguas
y sus arenosos cerros
el más grande tesoro:
mi abuela y yo,
separados pero unidos
por la más grande amistad
y el más tierno abrazo.

NO SOY AQUEL

No soy aquel que piensa,
soy el que
sueña pensando
en el idilio azul
del hombre y su paisaje
mudo, donde sólo
se escucha el trino de
cinco petirrojos
de fulgor musical.

No soy aquel que suma
dígitos extraños,
aquellos
números,
soy el que suma olas
que acunando el alma
con melodía suave
van cantando, riendo
sin hallar razón del llanto,
tormento humano.

No soy aquel que halla
distancias entre
ángulos perfectos de
alguna figura,
soy el que mide la
distancia infinita
entre el ser
y el sol que
irradia luz a sus pupilas
marchitas ya
y azota
las espaldas cuarteadas
del hombre que
con ímpetu va
recogiendo
la nieve campestre.

No soy aquel que corre,
soy el que observa
bajo la luz nocturna
el llanto del viento
meciendo las hojas
del árbol vetusto y sabio
del sol agonizante.

No soy aquel que ríe
soy el que ríe llorando
junto a un ave perdida
de destino incierto
que sólo aguarda
un nuevo día.

No soy aquel que grita
soy el que escucha
el consejo
de la brisa marina.

No soy aquel
que escribe a la mente,
soy el que escribe
al sentimiento puro
del corazón abierto.

No soy aquel que vive,
soy el que vive muriendo,
soñando
¡qué más da!,
soñando.

AVES EN CALMA

Dichosas vosotras
que podéis volar riendo
en el celeste cielo
de la playa tardía,
con las alas
saludando al sol
y a una intrépida estrella
que aparece sigilosamente.

¿Dónde dejáis vuestras penas?
¿Dónde vuestros problemas?
¿Qué es de los anhelos truncados,
de una esperanza rota,
de una oración no escuchada?
¿O acaso no las tenéis?
¿Dónde las guardáis?

Enseñadme la guarida
guardar mis penas
también deseo.
O quizás es
la ola aguerrida
que las lleva
a orillas lejanas.
¡Quién sabe!

Quizás es ella,
sí, la luna
que con su pura luz
irradia bendiciones
sobre vuestros cuerpos,
¡Quién sabe!

Dichoso soy
al deleitarme
con vuestro meneo
aéreo en el cielo
entrecortado por
escuálidas nubes
de amor fugaz.

Mas no es eterno
este deleite
no de siempre
este sosiego,
ya mañana al son
de los relojes
partiremos,
irremediable
será el retorno
a la agitada vida,
a la ciudad
que no conoció nunca
el sabor del deleite,
el sosiego del alma.


AURA LUISA DOVIDJENKO BENAVIDES (Lima, 1978)

Estudia el quinto año de secundaria en el Colegio «Nuestra Señora del Carmen», Carmelitas. Ha sido ganadora del Concurso de Poesía 1994 de su colegio. Toda su obra se encuentra inédita.

Hay momentos en que pienso que…

Hay momentos en que pienso que
estás aquí.
Hay momentos en que me haces
falta.
Hay momentos en que soñar se hace
distante
y tu recuerdo se desvanece
en mi mente:
la luz de tus ojos,
la seguridad de tus palabras,
cómo guiabas mis pasos.
cómo me cuidabas.
Pero siempre tu recuerdo
permanecerá escondido
en mí;
como la última vez que te vi
y siempre seguirás
siendo parte de mí.

———–

¿Qué día dejaré de escribir de ti?

¿Qué día dejaré de escribir de ti?
Qué común y meditabunda
me vuelve la incapacidad
de olvidar.
Qué mal me siento.
Qué horrible es amar.
El amor vuelve al mundo de papel
que el fuego quema
y vuelve ceniza,
que el viento se lleva
como las hojas del otoño
que el mar conduce
a un cruel destino.

———-

La vida y la muerte…

La vida y la muerte.
¿Cuál será la muerte
que me toque vivir?
Si es que la vivimos
o la morimos.
Quiero morir para ver
cómo es, cómo es morir
queriendo.
Queriendo tener la muerte
en mis manos.
Y la vida pidiendo clemencia.
Pidiendo
que se deje descansar
la demencia
que llevo en el ser
que me tocó vivir.
Perdiendo la inocencia
del ser y no ser carne,
ser y no ser espíritu.
Ser magníficamente nada,
ser siendo.

———-

Hay momentos que ríes y cantas…

Hay momentos que ríes y cantas.
Hay vagos y profundos recuerdos.
Hay poemas nostálgicos
y rosas caídas.
Hay palabras vanas
y lágrimas frías.
Hay vida… Pero ¿Hay?
Hay poemas de amor.
Platónicos corazones que laten
de sueños y viven de nada.
Estrellas fugaces que viven
como mariposas de flor en flor.
Liras que se oyen tras las
viñas y se esconden de sus
vidas.
Hay ríos que corren
y ríos se secan.
Pasiones que hieren
y adentro se alojan.
Hay hechizos que encantan
brujería que maldice.
Hay y… ¿Hay?
pero nunca es suficiente.
Porque siempre se acaba.
Siempre son recuerdos.
Hay palabras vanas
pero hay palabras francas.
Porque confundes.
Porque haces llorar.
Porque nunca llegas.


SILVIA PORRAS TORRES-MALAGA (Lima, 1978)

Estudia el quinto año de secundaria en el Colegio «Pio XII», de la Congregación de la Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Pertenece a los talleres de música y de pintura de su colegio. Ha realizado dos exposiciones colectivas de sus cuadros en las galerías del Instituto Británico y Borkas. Sus poetas preferidos son el peruano César Vallejo y el chileno Pablo Neruda. Toda su obra se encuentra inédita y la ha reunido bajo el título de «LAGRIMAS DE MURANO».

YA NADA IMPORTA

Ya nada importa,
la vida es tan callada…
es como un alfiler
que dulcemente te traspasa.

Ya nada importa,
sus brazos han caído
y en su rostro sumido
ya no se ve el dolor.

Ya nada importa,
su dicha se ha destruido,
las tristeza inmunda
ensució su rostro limpio.

Ya nada importa,
¿Por qué no llorar mañana?
en un mojado suspiro
se estremece su alma.

¡Pobre! y tan tranquilo…
pero ya no importa nada;
sus brazos han caído.
Ya nada importa;
ya nada…

OLVIDAR…

¡Hola pequeña!, pequeña…
¿Qué hay en tus ojos, si no es un temor dormido?
¿Qué sonrisa pintas en tus pequeños labios de carisma;
es que ignoras ahora, que has sufrido?

Sé que miras al mar desde tan, y tan lejos,
que aún para sentirle deberías andar, andar…
Sé que oyes pasos oscuros en la noche,
y ríes, y dices mentiras; lo sé bien.

Todo lo ignoras en momentos, olvidar…
olvidar a veces parece sublime,
¡Quién como tú, que con simpleza eterna
perdonas el corte oculto, y todo lo callas!

Ah, pequeña, se te extraña,
cómo se añoran los momentos de alegría,
por qué no volverás aún crezca la mañana.
¿Quién te dejó tan sola, en esa pequeña caja fría?

Y lloraría por ti,
por tus pequeños ojos de murano,
porque cuando nadie me oye
te recuerdo como un ángel,
sin alas, sin manos…
como una historia no concluida
como si por ser triste, hubiésese borrado.
Hoy sólo parta ti canta cruel lirio,
¡y pensar que Dios sabe lo que hace!