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La cita, DOMINGO MARTINEZ LUJAN «Brindis» (fragmento)
Mientras lloren las viñas,
yo beberé sus lágrimas…
DOMINGO MARTINEZ LUJAN
«Brindis»
(fragmento)
ATENCION
DOMINGO MARTÍNEZ LUJÁN Nació en Lima, el 20 de setiembre de 1872 y falleció, en el Hospital Dos de Mayo, de la misma ciudad, el 16 de febrero de 1933.
Domingo Martínez Luján es una de esa grandes luminarias que la inercia y desidia oficial, junto a una vida disipada y bohemia, han ido sepultando en el olvido. Amo y señor del soneto, está considerado, junto con Chocano, como el primero de nuestros líricos románticos.
Manejó el verso tan bien como la prosa, su obra se encuentra diseminada en diarios y revistas, tales como, «El Perú Ilustrado», «Fin de Siglo», «La Idea», «La Integridad», «El Combate», «La Tunda», «La Pampa de Teves», «Iris», «Lima Ilustrado», El Modernismo», «El País», «El Lucero», «Actualidades», «La Opinión Nacional», «El Perú», «El Tiempo», «Hogar», «Mundial» y «La Revista Semanal». El profesor Gregorio Romero Martínez, sobrino de Domingo, ha publicado Evangeleida, sobre la vida del poeta y tiene listo, según nos ha referido, una antología con más de trescientos poemas, esperando a quien se haga cargo del trabajo editorial.
«Poetas En Busca de Editor», tiene el honor de poner al alcance del público actual una pequeña muestra de la poesía de Domingo Martínez Luján, aunque su obra merece un trabajo mucho más completo; creemos que, por lo menos, este homenaje servirá para reactualizarlo y darlo a conocer a las nuevas generaciones. Dos apuntes, uno de Adán Felipe Mejía y Herrera, «EL CORREGIDOR», y otro, de Federico More, periodistas, amigos y contemporáneos de Domingo, darán mayores luces a los lectores de nuestros días.
Adán Felipe Mejía y Herrera, «El Corregidor»
MARTINEZ LUJAN NO PROBABA LICOR
(Columna «Exhumaciones», de Adán Felipe Mejía y Herrera, «El Corregidor», diario «El Tiempo», número 4486, del 18 de febrero de 1929)
El viandante que acostumbre a incursionar en las noches por las zonas populosas de la ciudad, ha visto de seguro, alguna vez, la figura cetrina de un hombrecillo singular que, en medio a un grupo alelado de sujetos humildes, peroraba exaltado o recitaba versos admirables, en cualquiera de los embriagaderos numerosos del barrio… Pequeñín de estatura, atezada la piel, crespo el ralo cabello, estropeada hasta el límite máximo la indumentaria paupérrima; eufórico el espíritu, rico de espiritualidades… quejumbroso en el tono, agridulce la voz, castizo el giro, mordaces los conceptos, digno el porte y enterrado el vestido: es Martínez Luján, el poeta brillante que, años atrás, quizá si unos cuarenta, era dueño absoluto con perfecto derecho de tres cuerdas y media de la lira peruana. Las otras tres y media poseíalas José Santos Chocano… rico en tropos y abundante en metáforas… A veces lo veréis por la calle, caminando sonámbulo en diogenesca traza, caídas las guías del mostacho anticuado y crecida libremente la barba. Pero cierto día lo encontraréis, de pronto, sorpresivo de aliño y bien vestir, rasurado y prolijo en las maneras… Siempre porta en la diestra un periódico cuya fecha se pierde en el pasado; unas cuartillas, no tan albas, y un lápiz prodigioso y longevo de bien tajada punta. No se ha podido descubrir, todavía, el secreto de cómo el carboncillo de ese lápiz permanece aguzado a través de las mil incidencias que atraviesa la mano que lo blande… Martínez Luján trajo a las letras nacionales una elegancia de pura ley cuando nuestros bardos de fama lloraban por Graciela y Julieta en versos ripios… Cuidó de la pureza del vocablo. Amó la frase justa, cultivó el bien decir, la imagen bella, la fina idea, la intención certera. Plugo de filigranas y gallardías de expresión. Su pluma fue sapiente y recorrió los géneros completos. Fue fácil y abundante. Satírico terrible, lapidó vanidades elefánticas en sonetos pulidos; y no dejó títere alguno, plumífero o letrado, sin recibir las púas de su erizada charla metrallera… Bohemio empedernido, recorrió los hospitales de la ciudad sin excepciones, irrogándose grandes temporadas en ellos… Veraneó largamente en el asilo de alienados. Renegó de las gentes y las cosas por hábito adquirido. Leyó todo lo antiguo y lo moderno. Criticó todo escrito. Se fingió malo, acaso para ocultar su gran bondad y su dolor eterno… Y bebió mucho vino según dicen…
-Mentira, me decía una vez, yo no he bebido vino en mi vida. Nadie ha bebido vino. No existe el vino. El vino es una mentira convencional… Si yo hubiera bebido todo lo que me achacan, no hubiera sido adelantado en el viaje a la muerte, por varios cientos de mis calumniadores, víctimas de cirrosis hepática…
En otra ocasión quejándose de las generaciones literarias actuales:
-No hay con quien conversar. Búsquenme, ustedes, por ahí y conversaremos indefinidamente. Me hace mucha falta conversar. Cuando vivo en el hospital, los doctorcillos y estudiantes me invitan a su almuerzo, pero aunque es cierto que como, quedo siempre en ayunas…
Y así, suelta sus púas, con tono quejumbroso, cansado, adolorido.
-Esos médicos son verdaderos errores ambulantes, quieren sacarme el alma en nombre de no sé qué siniestra terapéutica…
Por sus barrios predilectos, es popular. Admirado y querido y, a menudo, recita desgarradores versos que sacuden las almas y despejan las sombras en los cráneos sin lámpara… Es el Diógenes cínico de la Ciudad de Lima. Y el Municipio debería adoptarlo. Una ciudad de cierto tono no puede pasárselas sin aedas de esta índole. Martínez Luján pertenece a la ciudad, la adorna, como la estatua ecuestre de Bolívar o el edificio Wiese… Orgulloso y soberbio, adopta en circunstancias oportunas actitudes altivas de dignidad ofendida. Cierta vez charlábamos con él, tres o cuatro muchachos en un salón nocturno. Había con nosotros uno de esos sujetos que creen oportuno molestar a cualquiera por mostrar agudezas de ingenio. Don Domingo se hacía el distraído a las impertinencias y al hablar hacía caso omiso del sujeto. De pronto se irritó:
-Oiga, le dijo, márchese usted. Nosotros hablamos en castellano. ¡Usted nos ensucia nuestra conversación!…
Y como el individuo, ya corrido, y queriendo enmendar desaguisados, le brindara una copa, el aeda magnífico de alteza, le espetó:
-Como debe usted saberlo, ¡yo no pruebo licor!…
……………………………………………………..
¡Aeda! Bohemio vagabundo y dolido: exige ya, es tu hora, el derecho expedito que te asiste de vivir, como Sócrates pedía, mantenido a las fuertes expensas del Estado: ¡en el Pritaneo!… ¡Ah, pero te escaparías del Pritaneo el primer día!…
Federico More
¿ES LA VIDA UNA ANECDOTA?
(Fragmento del Capítulo Trece de «Medio Siglo de Andanzas Periodísticas», del libro «ANDANZAS» de Federico More, editorial NAVARRETE, Lima-1989, p52-54)
Toda mi vida periodística es una anécdota. Cuando la anécdota es auténtica, vale más que la Historia. Entre mil novecientos once y mil novecientos doce, «La Opinión Nacional», el elegante diario de don Andrés Avelino Aramburú tenía sus oficinas y sus talleres en la calle del Correo, (…) Colaborábamos, regularmente Roberto Badhan, Abraham Valdelomar, Félix del Valle, yo y quizá alguien más que se me escapa. A mi cargo estaba la sección «Alrededor de la crónica». Domingo martínez Luján era de los visitantes habituales; pero no era, no podía ser, colaborador regular. ¿Qué regularidad podía esperarse de Domingo? Pocas veces un hombre ha sido tan dura y trágicamente víctima de los filisteos y de los fariseos, como el pobre Domingo, quizá el primero de nuestros líricos románticos; más grande, sin duda, que ese tambor mayor que José Santos Chocano. Pero Chocano era un hombre y un aventurero. Un conocedor de la vida y todos sus recovecos. Domingo era niño, un colegial con vocación de eremita e ignoraba completamente las cosas del mundo. El alcohol lo aprisionó inexorablemente. Y cuando se dio cuenta de que las terribles garras del veneno ya no iban a soltarlo, se limitó a cantar esa alegre elegía que empieza diciendo: «…mientras lloren las viñas, yo beberé sus lágrimas…». Estos versos salvan a un poeta y consolidan una gloria y una fama. Domingo vivió y murió como un niño mendigo. Nadie supo lo que el Perú tenía mientras Domingo vivió. Nadie supo lo que el perú había perdido cuando murió Domingo. Dejó una obra trunca y vaga en la que el genio es un relámpago. No le fueron conocidas la piedad y la ternura. Nadie se las brindó.
Era cajero de «La Opinión Nacional» el gordo Salazar, un hombrecillo buenísimo y más sonrosado y tímido que un seminarista. Pero, a la hora de los pagos, era un jabalí. Una tarde Andrés -no don Andrés- nos reunió a los redactores. No sé por qué casualidad se encontraba Domingo en la imprenta. Quizá iba a cobrar algo. Andrés nos manifestó que, de ahí en adelante, los pagos iba a hacerlos su hermano, Carlos. Al lado de Andrés se encontraba Carlos. Solemne, estirado, acentuadísima su futrería de zambo. Domingo al escuchar la notificación de Andrés, se quedó perplejo, mirando a Carlos, y dijo, con su chirriante voz de colegial:
-¿Cajero?… ¿Cómo es que eso?… ¿Tú cajero?… ¿Con esa cara de traidor de melodrama?
Domingo era violento, irreflexivo y mendaz como los niños. Sólo que son raros los niños que saben en que consiste ser traidor de melodrama. Todos nos reímos y Domingo cobró algo que iba a publicar. Las tertulias en «La Opinión nacional» eran tardecinas. A eso de las siete nos íbamos en busca de nuestros respectivos destinos. Domingo era por lo menos quince años mayor que Valdelomar y que yo. Pero se encontraba muy a gusto con nosotros. No gustaba mucho del dandismo de Abraham; pero nunca oí que lo zarandeara. Alguna tarde, nos retiramos de «La Opinión Nacional» Domingo Martínez Luján y yo, separándonos del resto de los redactores, nos fuimos a beber con José Emilio Ruete García.(…)
(…)Gocé con las fabulosas mentiras de Ruete y admiré la capacidad bohemia que tenía Martínez Luján. Hoy me pregunto ¿era bohemia aquello o era, simplemente, reacción trágica ante el medio obtuso y cruel? A Domingo, el alcohol lo poseía por completo. Las mujeres, la comida, la música, lo dejaban frío. Era preciso beber. He conocido muchos borrachos en mi vida; pero ninguno que llevase su permanente borrachera con la seguridad, con el aplomo y casi diría con el brillo con que llevaba su embriaguez Domingo Martínez Luján. Muy pocas veces lo vi vencido por el alcohol. Entonces se quedaba dormido en alguna mesa d
DOMINGO MARTÍNEZ LUJÁN (Lima, 1872 – 1933)
¡PRESENTEN ARMAS!
(Ante el cadáver del doctor Hermilio Valdizán)
Jamás la Musa del dolor cristiano
-ni en las angustias de mis peores días-
romper supo mi voz en elegías,
claudicaciones del concepto humano.
Para ti, ahora difunto veterano,
que a flor de la trinchera, producías;
¡vayan en ronda triste de armonías,
mis tristes voces a tu mundo arcano!
¡Venga, aquí, a prosternarse, reverente,
ante el hecho fatal que Dios consuma,
deudora tuya: numerosa gente!…
¡Ya tu recuerdo mi memoria inhuma,
y, como un varonil sobreviviente,
presento el arma de mi vieja pluma!…
Publicado en El Comercio,
diciembre 26 de 1949
UN MEDICO DE SU TIERRA…
Es un hombre mezquino de estatura;
demandadero, por su innoble traza;
con todos los defectos de su raza,
y falto, ante cualquiera, de cultura.
Este profesional de la aventura
que desmiente el mandil que le embaraza:
¡es la pieza más triste de la caza,
en la médico-insana, desventura!…
Del «Asilo Colonia» es en el valle;
más que un docto un empírico o enfermero:
que tiene la ignorancia por detalle…
¡Y a fe mía, lector, le considero
porque en Lima -en su casa ni en la calle-
un microbio, como él, gana dinero!…
Lima, s/f
Fuente: manuscrito original.
UN ESTERI – CULDOR
(Confidencial)
-«Estás á producir, casi obligado:
(como suele decirse, vulgarmente)
eres jóven, instruído, inteligente,
y das pruebas de ser aprovechado…»
«El Tiempo es un transeunte que al Pasado
nos lleva, descindado del Presente
que vive en el futuro, indiferente
á todo lo que fué y es, cómo un Hado…»
«Tu sistema de crítico por tema
-para hablarte sin preambulos- me augura
que te llamen, malvado, por sistema…»
«Si te viene lo culto de la altura,
resuelto has, Manelin, el mal problema
de hacer improductiva á la incultura!…»
Lima, 1900
Fuente: manuscrito original.
A UN CRITICO PRECOZ
Sin duelos ni quebrantos viniste de los cielos,
con sólo el testimonio de tu vital pereza,
trayendo en tu pesada, ceremonial cabeza:
fé, ingenio y esperanza… ¡Blasón de tus abuelos!
Viniste -como apunto- sin quebrantos ni duelos,
á un medio que sufría de intelectual pobreza;
y el gesto -que dirían los otros entereza-
te impuso -ave sin Arca- los iniciales vuelos!
¡Bien haya el suficiente, purista castellano:
de Balmes «El Criterio», sin duda te conviene,
á tu subir la escala mental, sin «pasa-mano»!
¡Bien haya el Santo Oficio, sin expurgos tales tiene,
y aun tarde se me antoja, tu amanecer temprano
en esta «selva oscura», de ideales, á qué viene!…
Lima, 1929
Fuente: manuscrito original.
JULIO CESAR
I
Esto vieron los dioses, asombrados,
desde el Olimpo: en procesión sangrienta,
para la especie racional afrenta,
iban célebres hombres victimados.
Pueblos y razas y épocas, manchados
en sus verdugos y asesinos: lenta
vanguardia del combate en la tormenta,
va, cara al porvenir, contra los hados.
Abel, Sócrates, Cristo: muchedumbre
de varones dolientes, les arroja
un agónico sol purpúrea lumbre…
Súbito César, entre tantas vidas
truncadas, pide un puesto: se despoja
del manto y muestra veintitrés heridas!
II
Esto los dioses ven, y, conmovidos,
olvidan sus simbólicos placeres:
ellos también, aunque divinos seres,
están a las pasiones sometidos.
A Júpiter preguntándole rendidos:
-¡Oh, Jove, dios de dioses! ¿Tú prefieres
al marido de todas las mujeres,
o a la mujer de todos los maridos?
El soberano del Olimpo mira
a sus postrados súbditos cubierta
la faz por una máscara: por su ira;
Y les responde: «esa alma fulgurante
no podía salir por una puerta,
le abrieron veintitrés.» ¡Apolo cante!
Publicado en La Crónica,
enero 24 de 1915
LA CRITICA Y EL ARTE
La Crítica padece de una incansable anemia:
no es joven ni es hermosa, no es frágil ni virtuosa;
si tiene o tuvo amores, lo saben sus rencores
que en ella tiene el odio caracteres de endemia.
La Sátira que siempre con ironías premia,
en todos los solsticios las grandes sacrificios,
viendo a la solterona -entre seria y burlona-
le dio la portería vacante en la Academia…
Pues sobre las castillos que alzan las ilusiones,
montaron los artistas sus geniales conquistas
y a la Academia fueron rimando aspiraciones.
-«¿El Arte?» preguntaron. La Crítica oyó el ruido:
sale con las miradas repartiendo estocadas,
y les responde:-«¿El Arte?… ¡Aquí nunca ha vivido!».
Publicado en La Crónica,
enero 27 de 1915
NAPOLEON
al Káiser
No lo dijo Manzonni, épico misionero,
cuando orquestó la gloria del héroe en un clarín;
ni en sus juicios finales Victor Hugo Primero,
ni en su lírica untuosa lo dijo Lamartine.
Si no sabéis del alma del mártir prisionero,
porque el alma no tiene ni principio ni fin;
sabed de la materia del dios aventurero
que tuvo las pirámides de Egipto por botín…
Cuando murió los sabios el cráneo le rompieron
-porque la ciencia es siempre la Santa Inquisición-
y de ese cráneo roto mil águilas salieron…
Después siguió la ciencia su audaz profanación:
el cuchillo en la carne del cadáver hundieron
¡y a la izquierda del pecho le encontraron un león!
Publicado en La Crónica,
enero 29 de 1915
BRINDIS ESCRITO
(Para un almuerzo que
nadie me supo dar)
Aquí os retorna a encontrar,
mi barca sin barcarola,
aquí, echada como una ola
de magdalena del Mar…
¡No os traigo de mi viajar
por los campos infecundos
de la Esfera, rota en mundos
sino la frase que exclaman
-aunque a Calderón no aclaman-
otros nuevos Segismundos!…
Feo el gusto del autor
de la indiscreta pregunta
que, indiscreto, nos apunta
un recóndito Mentor
¡»Ser», esperanza ó dolor
y no «ser», pero vivir
en el engaño risueño,
del calderoniano sueño
que despierta en el morir!…
Aquí, colegas estoy
de la muerte tributario:
iré sin itinerario
¡a la ciudad dónde voy!
Los tres tiempos son uno, hoy;
y feliz muere la res
que no sabe de camal
uno por el Bien ó el Mal,
sabe, siempre uno, que uno es!…
¡Cómo, jadeante, galopa
hacia un allá la cuadriga:
para ella, esté la fatiga,
para vencerle: la tropa!
¡No preguntéis por la copa
pero por el vino, sí:
á tal cosa vine, así,
de Magdalena del Mar,
en la barca sin cantar
pero estoy, en ella, aquí!…
¡Bebed! aunque la hora actual,
no nos urge con instancias:
á todas las arrogancias
le hace la corte el Ideal!
Esta palabra, ritual,
la guardo como amuleto;
y á ella le debo el secreto
(porque soy supersticioso)
que me dicta -bondadoso-
los renglones de un soneto!…
El panal greco-romano
se abrió á pocas almas viejas:
liban múltiples avejas
en el panal indo-hispano.
¡Salud por el castellano;
por la insepulta harmonía;
y por la filosofía
de «El Desdén con el Desdén»:
por la evolución del Bien
vuelta, hoy, humanomanía!…
Lima, 1930
Fuente: manuscrito original.
BRINDIS
Dame la lira,
esa que es anacreóntica que pasa;
pero que tiene distensión de nervios
que emiten notas que parecen almas;
dame esa lira
que cantar quiero y en mi vaso escancia
el vino rojo que parece sangre
y mientras canto y bebo, bebe y baila.
Venga la musa
a refrescar un cráneo con sus alas;
no la que en medio al popular tumulto
imita a Orfeo si su numen canta,
sino la musa de mirar lascivo,
de seno eréctil y flotante falda
que en el festín de los paganos dioses
aloja el néctar en las copas áureas.
Y viva el vino
que hace soñar con desnudeces de hadas;
con rostros de doncellas que suspiran
por mancebos que mueren sin besarlas;
y viva el vino porque el vino tiene
notas, latidos, pensamientos y alas…
Mientras lloren las viñas,
yo beberé sus lágrimas.
Publicado en La Crónica,
setiembre 03 de 1950
UN APUNTE MEDIO – ACTUAL
Calumnian los afeites -recursos de tu vida-
las líneas que detallan tu rostro de marfil;
el Arte por tus labios, le quiere dar salida
á una quintaesenciada, sonrisa de buril.
Te ufana el neologismo del «flirt» que amoricida,
te acusa en un esguince de lápiz juvenil;
y, por tus infidencias, tu esposo se suicida
en traje de etiqueta, para expirar gentil…
Loca de esquisofrenia: tu hiriente suficiencia
no engancha al mecanismo, que dices de la Ciencia,
la indómita cuadriga de tu auto-voluntad…
¡Dios te salve, convicta de los cristianos juicios
-por las Siete Virtudes- cuándo los Siete Vicios
se opongan a tu paso, para la Eternidad!…
Magdalena del Mar, 1930
Fuente: manuscrito original.
«PRO» NUESTRO SEÑOR… GERENTE:
RESERVADA, PERO URGENTE.
Culto doctor, y colega
en manuales menesteres:
manuales son los haceres,
en la periódica brega…
¡Culto, colega y doctor:
en prueba de gratitud,
una misa de salud
le debo a su buen humor!
Y, cómo no de favor
nos la dirá padre-cura,
el reciba, la «escritura»,
lo que sea más urgente:
¿se le remite al «Gerente»
cómo una simple, factura?…
Quedo, siempre un «asilado»,
suyo
Domingo del Prado
Lima, febrero 20 de 1930
Fuente: manuscrito original.
NOTA DEL EDITOR:
En los versos en que se indica que la fuente es el «manuscrito original», se refiere a los originales que obran en manos de este editor, heredados, sucesivamente, de mi padre y de mi abuelo, quien fue amigo personal de Domingo. En esos versos se ha respetado los subrayados y la original ortografía del poeta.